Pintura

El agua como lenguaje: el alma detrás de cada imagen

En mi pintura, el agua es la gran protagonista. Trabajo con tintas y acuarelas, dejándolas fluir sobre la tela como la vida misma: sin control, con entrega, escuchando su ritmo.

Las imágenes no siempre las pienso. Más bien, llegan a mí en momentos de claridad, esos instantes donde se disuelven los límites y nos sentimos parte de un Todo.

Brotan del amor, de los orgasmos, de los duelos, de los nacimientos, de la lactancia… De todo lo que es vital y, por lo tanto, tiene su propio tiempo de gestación. Nada se apura.

Entre capas y veladuras, desaparece la idea de vida y muerte como principio y fin. Todo se transforma. Nada es suprimido. No hay error.

Aparecen dimensiones, micro mundos, galaxias, fondos marinos… y todo se entrelaza en la misma tela.

Propongo una ecuación entre opuestos, donde el resultado es la absoluta cercanía y concordancia: la inmensidad intimidante de lo macroscópico —el universo, las dimensiones, nuestra trascendencia—versus-la sutil inmensidad de lo microscópico —las formas mínimas que lo originan todo, las sensaciones intensas que duran segundos, lo efímero que somos.

En esta búsqueda de equilibrio entre inmensidades, cada imagen terminada se convierte en una luz guía.

Una chispa que, poco a poco, va llenando el anhelo de armonía.

Así nace cada obra: como un recordatorio de que estamos vivos, que somos parte de algo más grande, y que cada momento —por simple o complejo que parezca— tiene belleza y sentido.

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